martes, 23 de octubre de 2012

Política y más política

Entre las distintas definiciones que figuran en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de la palabra “política” yo distinguiría dos, “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.”, y “Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.” Definiciones que inciden en lo público, es decir en lo de todos, y en las actuaciones de las personas y entidades. Otra definición de la RAE “Democracia: predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado”. Por tanto, la democracia es un modo de acceder a la política para el ciudadano de a píe. La falta de política, lo apolítico, significa la ausencia de actividad del ciudadano sobre lo público. Dejando en manos de dictadores, soberanos trasnochados o cualquier otro tipo de regímenes totalitarios, las decisiones sobre los espacios compartidos de la ciudadanía, lo público, en la mayoría de las ocasiones incluso de lo privado.

Decir que una huelga es política, en tono de reproche, puede ser falta de cultura o afán antidemocrático. Una huelga es una forma de expresión del pueblo en democracia recogida en la Constitución. Una huelga en el sector de la educación es una huelga contra las políticas de educación. Una huelga general es una huelga contra las políticas de un gobierno en lo económico y social. Y las huelgas son políticas por naturaleza, incluso en el seno de una empresa, cuando las políticas de la entidad reducen los derechos de los trabajadores.

Las acusaciones antisindicales que escuchamos cada día sobre injerencias políticas y exceso de política, entre otras, en la que los enunciantes se sitúan en un plano de superioridad intelectual, prejuzgando las tesis de los sindicatos de clase son al tiempo mentira y antidemocráticas, cualidades que suelen ir de la mano.
Con la pérdida de credibilidad y calidad del sistema democrático de nuestro país, ganan los que no creen en ella, y perdemos los que reclamamos precisamente eso. Si un político miente, incumple y abusa de su posición, pierden los que votan y ganan aquellos a los que les sobra la democracia en cualquiera de sus expresiones. Podríamos pensar que esa persona con representación popular para la acción política, no solo no cree en lo que supuestamente defiende sino que es un enemigo del sistema democrático, es un antisistema.

Se repiten las acusaciones para criminalizar a los que defienden sus ideas, a los que se expresan en las calles, acusándoles de radicalidad, de antisistemas. Ellos son los que precisamente en este momento están haciendo más política y los que defienden el sistema democrático del estado español. El papel de los sindicatos de clase es canalizar la energía que producen los distintos colectivos para apuntalar la democracia y la sociedad del regular estar que nos están dejando antes de que sea demasiado tarde.

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